Quizás hoy sea un día para no dar cifras, aunque las cifras
se impongan. Hebrón (ciudad palestina), o Al Jalil en árabe, nos ha roto un
poco por fuera y mucho por dentro. Podríamos decir que un “ejército” de 1.200
soldados israelíes custodian a 800 colonos (aunque en sabbath o en alguna
fiesta doblen la cifra); podríamos decir que más de 130 check point controlan
cada movimiento de los palestinos en lo que fue su ciudad. Pero la historias de Hebrón, o Al Jalil, se
puede buscar en los libros.
Hoy es un día para hablar de personas. Personas como Walid
Abu Halaweh, miembro de Hebron rehabilitation center. Walid, palestino nacido
en Hebrón, ha decidido pasar por encima
del miedo y contar la historia de su ciudad a todo aquel que quiera escuchar.
Esto, que a primera vista, no debería suponer absolutamente nada, puede llevarle a la cárcel. Pero Walid hace
tiempo que decidió pasar por encima del miedo. Se arriesga cada día para que
gente como nosotros sepamos lo que está ocurriendo allí.
Y es fácil saberlo cuando lo primero que te dice Walid es
“saludar a las cámaras, nos están grabando) . Los israelíes han partido Hebrón en dos: la
llamada H1(la zona que les queda a los palestinos) y la H2 (la zona ocupada por
los colonos). Aún así su presencia se hace notar en toda la ciudad.
Los soldados, los controles, las casas tapiadas, las calles
semidesiertas, los antiguos comercios palestinos cerrados, las pintadas en las
puertas señalando que aquí todavía vive una familia palestina, los niños que te
miran con recelo y los adultos que te “invitan” a marcharte, las torres de
control, los carteles explicando su versión de la historia, los colonos armados
(merece la pena pararse un segundo para explicar que los civiles israelíes que
han ocupado los antiguos hogares de los palestinos van armados y pueden
disparar en “teórica” defensa propia)…esto es, para nosotras la zona H2.
Las historias de resistencia, calles tapiadas, decenas de
comercios a punto de echar el cierre por falta de clientes, niños que no temen
al diferente y adultos que te invitan a
entrar en sus casas, falsos techos que cubren una calle donde la planta baja es
palestina y la primera planta es israelí. Agua estancada, basura sin recoger,
mínimos accesos a casi ningún servicio… Y asfixia, mucha asfixia… esto es, para
nosotras la zona H1.
Porque quizás, y siempre quizás, las historias se cuentan a
través de los que las viven; y esto puede que no sea más que nuestro punto de
vista, pero eso es lo que nos demandan y
lo que nos piden los palestinos. “Ven, vívelo y cuéntalo en tu país”. Y no nos piden nada más, sólo ven, vívelo y
cuéntalo en tu país. Y por eso, sólo por eso, escribimos hoy estas líneas.
María y Arantza
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