Salimos por la
mañana temprano a conocer una de las zonas más deprimidas de Palestina, el
valle del Jordán.
Tras un pequeño
receso para que algun@s probaran el agua y el
barro del mar muerto, nos reunimos con Rasheed Jhaled, director de la Jordan
Valley Campaign (2004).
Desde esta organización
intentan ayudar a las comunidades beduinas de la zona recontruyendo las casas
que l@s israelíes tiran, montar tuberías que provean de agua a las comunidades,
escuelas, centros de salud…
En el valle del Jordán
hay 2 pueblos considerados zona A (control administrativo y de seguridad
palestina), algunos 6 pueblos en zona B (Administratción palestina y militar
israelí) y otras 35 pequeñas comunidades y el resto del terreno es zona C (control
total israelí). Aunque en la práctica l@s soldad@s israelíes pueden entrar
donde les apetezca.
En la zona C l@s beduin@s
no tienen permiso para usar el agua ni del río Jordán ni de los manantiales
(los manantiales sólo para el ganado, nnca almacenar el agua y no todos los
manantiales tienen acceso para palestin@s), así como sólo pueden comprar
tanques de agua a la compañía israelí Mekorot. Mientras que l@s colon@s de esta
zona reciben 64 litros por persona/día
gratis más lo todo lo que necesiten para cultivos y ganado; l@s beduín@s
tienen que conformarse con 4 litros de agua/día.
La mayor parte de los
pueblos no tienen acceso a la electricidad o a unas tuberías distribuidoras de
agua y algun@s tienen que recorrer 15 km para comprar 3 metros cúbicos de agua
por 215shekels.
En algunos pueblos los
cables de la luz pasan por encima de los tejados y las tuberías bajo sus
suelos, y aún así no pueden utilizarlos.
Un ejemplo de solidaridad
entre vecinos lo configuran los 3 pueblos de Fasail Alfuqa (el de arriba) Fasail Althta (el de abajo) y Fasail aL wasta (el del medio).
Los pueblos de arriba y de abajo tienen acceso al agua,
pero no el del medio. Por lo que los pueblos de arriba y abajo no gastan todo
su cupo y las familias permiten que las familias de en medio guarden en tanques
parte del agua, con el riesgo consabido de que si los soldados se enteran de
que algunas familias le están dando agua a otras es posible que se la corten.
Otro gran problema es que
el 57% del Valle se ha denominado “zona de entrenamiento militar”. Estyo
significa para las familias que si quieren los soldados hacer prácticas
(algunas conjuntas con el gobierno de los Estados Unidos, les pueden sacar a 7
kilómetros de su casa, a pleno sol, y no dejarlos volver en 12 o 25 horas.
Sin embargo algunas de
dichas zonas han sido cedidas por el ejército
a los colonos para actividades agrícolas.
Por la tarde visitamos a
la familia Abu Najeh, cuya casa fue destruida ayer mismo por el ejército
israelí por quinta vez. El padre de familia es n hombre mayor, confuso y
desorientado. El abogado que contrataron preguntó las últimas veces a los
soldados dónde o cómo podían evitar una nueva demolición y le dijeron que sólo
le hacía falta mover unos metros la casa. La ha movido 5 veces ya sin resultado.
No tiene más trabajo que
una veintena de cabras y ovejas, con las que hace queso para comprar comida.
También tienen un pequeño huerto y algunas gallinas. Pero él agradece a Dios
que no destruyeran los cercados y la comida de los animales, sólo su casa y sus
tanques de agua.
Ahora duermen en una
alfombra, cuatro palos y una tela de tejado en el rocoso suelo de este
desierto, auque a los niños los suben a un tractor por la noche por miedo a las
serpientes y escorpiones.
Rasheed termina
criticando a esas ONG y organizaciones que evitan colaborar con proyectos en la
zona C porque Israel no da permiso, y cuando vienen es para darles tanques
llenos de agua en vez de ayudarles a montar tuberías para que puedan
abastecerse por sí mismos.
En general hemos
escuchado bastantes críticas de este tipo, l@s palestin@s no quieren más ayuda
humanitaria que siga convirtiendo los retazos que quedan de su nación en una gran
coalición de ONG.
Ell@s esperan de nosotr@s
la ayuda civil y política para poder luchar por sí mism@s, sólo necesitan las
herramientas y que les permitamos defender por sí mism@s sus derechos.
Beatriz Piqueras
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