No més complicitats amb Isrel

dimecres, 21 d’agost del 2013

Día 6: "Nosotros sólo queremos vivir en paz"

Una tarde más, cae el sol en Palestina y llega el momento de realizar la difícil tarea de resumir en unas líneas todas las emociones e imágenes que se agolpan en nuestras cabezas.
Esta mañana, nos hemos dividido en dos grupos.
Los más madrugadores han salido sobre las cinco, con la intención de ver el check-point de Belén (conocido como “Check-point 300”) en plena hora punta. El escenario que nos han descrito es casi tan demoledor como el que hemos podido observar nosotros hora y media más tarde. Cientos de personas haciendo cola entre dos verjas de hierro para cruzar el control israelí que da acceso al otro lado del muro, donde la mayoría de los palestinos trabaja para los israelíes. La situación no puede ser más humillante.
Una de nuestras compañeras ha podido grabar parte de la escena, aunque por ello ha tenido que exponerse a un interrogatorio de los soldados; los mismos que también a nosotros nos han obligado a borrar parte de las fotos que habíamos hecho. Imagino que uno no debe de sentirse muy orgulloso de realizar ciertos actos y por eso trata de ocultarlos a toda costa. Aún así, ya os adelantamos que difundiremos al máximo el material conseguido.


Más tarde, una vez habíamos llegado todos a Jerusalén Este, algunos de nosotros hemos ido a visitar la Explanada de las Mezquitas; lugar sagrado para los musulmanes en el que se encuentra la gran Mezquita de Al Aqsa y la Cúpula de la Roca, que como ya explicamos en otra entrada, tiene varias interpretaciones para las tres religiones monoteístas.
Después, nos hemos acercado también al Muro de las Lamentaciones, en el que decenas de judíos (mujeres a la derecha y hombres a la izquierda) leían La Torad y rezaban en silencio. Y para completar el tour de lugares sagrados, hemos entrado a la Iglesia del Santo Sepulcro, donde según la tradición cristiana se encuentra la tumba de Jesús.
Desde luego, paseando por esta ciudad se entiende a la perfección la importancia que tiene para los creyentes de estas tres religiones. Y también las constantes tensiones y conflictos que genera su convivencia.
Sobre las 11h de la mañana nos hemos vuelto a reunir todos para encontrarnos con Lea, que nos ha llevado a conocer una agradable librería llena de interesantes publicaciones sobre el conflicto palestino-israelí y sus diferentes puntos de vista. Allí hemos aprovechado para hacer algunas compras.
A la salida, nos hemos dirigido a la parada del tranvía, donde nos esperaba Daoud. Con él hemos viajado hasta Lifta, antiguo pueblo árabe de Jerusalén Oeste renombrado como Neftoa por los israelíes, en ese constante intento de borrar la memoria histórica del pueblo palestino.
En realidad Lifta no es sino un conjunto de casas fantasma; un recuerdo de la vida palestina tal y como debía de ser antes de la Nakba (“el desastre”) del  48, en el que  entre 500 y 800 aldeas y pueblos como éste fueron arrasados por el ejército israelí. Ahora apenas quedan unas cuantas piedras, reflejo de miles de sueños truncados y vidas robadas.


Después de comer entre las ruinas de Lifta, nos hemos despedido de Daoud para  viajar con Muhammad (arquitecto que colabora con el ICADH) a Beit Hanina, pueblo de la periferia de Jerusalén Este. Allí, hemos visitado a la familia Al Sweish, cuya casa fue reconstruida por tercera vez en 2011 por otra brigada española.
Zidane, acompañado de su mujer Nasrine y sus cinco hijos, nos ha recibido con los brazos abiertos, enseñándonos orgulloso su casa y ofreciéndonos, café, té, uvas de su parra y dulces hechos por ellos mismos.
Nos hemos vuelto a emocionar escuchando su historia; otro drama más en el que la ocupación y el conflicto adquieren nombres propios. Pero también al contemplar sus sonrisas y sus ganas de vivir; de resistir.
Han agradecido el trabajo de los voluntarios que ayudaron a reconstruir su casa (“trabajaban mejor que los propios obreros”, bromeaba el matrimonio) y nos han pedido simplemente que a nuestra vuelta a España contemos su historia y visibilicemos la realidad que viven día a día.
“Nosotros sólo queremos vivir en paz”, nos decía Zidane. Y tienen todo el derecho del mundo.
Al menos por nuestra parte queda el compromiso firme de darles voz; de no ser cómplices de un silencio que ahoga año tras año a todo un pueblo; el Pueblo Palestino.





María (Peque)

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