No més complicitats amb Isrel

dilluns, 18 d’agost del 2014

Dia 2, Belén: refugiados y apartheid.

Mientras en Gaza se apuran las negociaciones en torno a otro alto fuego, tras la masacre más sangrienta en los últimos años, la vida continúa en Cisjordania. Cómo continuará, es otro asunto.
Para los activistas de Acción en Red Madrid y Pau Sempre, esta calurosa mañana en la provincia de Belén, parece otra más, de cualquier mes de agosto, en sus campos de trabajo solidario. Sólo que esta vez, en la iglesia de la Natividad no hay largas colas de turistas y las conversaciones respiran otro aire. Gaza está en el ambiente. Un grito sordo se repite en las conversaciones de los cafés y los puestos de bocadillos de falafel, en la ciudad que vio nacer a Jesucristo: imposible ignorar, aunque algunos quieran, este conflicto que golpea desde hace ya demasiados años.
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En Belén aún huele a las aguas químicas fecales, que el ejército israelí lanzó desde el otro lado del muro, para disolver las últimas manifestaciones en protesta por la situación en Gaza. Un muro, que con el paso del tiempo, se ha convertido en una muestra artística que denuncia la represión y algunos comerciantes aprovechan como reclamo turístico.
Visitamos Deheiseh, uno de los tres campos de refugiados de Belén, donde aún se respiran las consecuencias de los últimos días. Hace dos semanas, mil soldados de las fuerzas israelíes entraron para arrestar a varios vecinos de Deheiseh, nos cuenta Aysar Alsafi, integrante de la organización comunitaria Ibda de Deheiseh. Y antes de ayer volvieron a entrar para arrestar a otro adolescente.
Grafiti en el muro de Belen
Estos hechos recuerdan a lo sucedido hace dos meses en Hebrón, cuando el secuestro y asesinato de tres adolescentes colonos desató el inicio de un castigo colectivo, primero en Cisjordania con cerca de 600 detenidos y 15 asesinados, y luego en Gaza, con unos dos mil muertos por el momento. Entonces, en Deheiseh, Belén, “los soldados entraron al centro comunitario y se llevaron ordenadores, rompieron cristales y amedrentaron a la poblacion”, denuncia Said.
El centro comunitario Ibda de Belén, bulle de una actividad que busca contagiar la alegria y conquistar un espacio del que carecen las trece mil personas que viven en apenas un kilómetro cuadrado de este campo de refugiados. Estos voluntarios palestinos quieren cambiar mentalidades dentro del campo y sembrar semillas de una nueva conciencia politica. Algo que resume Aysar Alsafi con la misma satisfacción que comparte con su hermana Kiam Alsafi. Ella describe con una gran sonrisa que, “cantar, bailar o actuar, es otra manera de luchar contra la ocupación.” Y cómo, gracias a la cooperación internacional, pudo estudiar teatro en California para volver y devolver ese beneficio a su comunidad. Como mujer también busca empoderar a otras mujeres, en un ambiente que describe como “muy conservador, algo que no sólo sucede en esta parte del mundo”.
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Enterrados bajo el manto de la ocupación israelí de los últimos cuarenta y siete años se encuentra la política de hechos consumados de la administración israelí. En contra del juego de declaraciones entre Estados Unidos e Israel sobre el fin de la colonización, la segregación se sucede a diario en los 14 asentamientos y puestos avanzados de las futuras colonias que planea Israel en Belén.
Baha, del centro de estudios y difusión Badil, describe cómo el avance de los asentamientos de Israel, el muro y la política de segregación están estrangulando la vida de la ciudad de Belén. Cargado con un conjunto de mapas, conduce al grupo de activistas a diferentes lugares donde se evidencia todo lo que explica.
Las colonias israelíes de Har Homa, Gilo y Efrata, que hay en Belén, se asientan en las laderas cercanas, y se entremezclan con el muro y las vallas que separan a los palestinos de sus tierras.
“Los israelies dicen que rodear completamente la tumba de Raquel para anexionarla dentro del muro es sólo por motivos religiosos, no porque quieran destruir la economia de Belen y quedarse con sus tierras” asegura irónicamente Baha, para explicar cómo tres cuartas partes de este lugar sagrado quedan fuera del muro.
Desde un punto elevado de la ciudad de Beit Jala, muestra como será el siguiente paso para aumentar la colonia de Gilo. De momento está comunicada por una carretera de uso exclusivo para colonos, algo habitual en Cisjordania. En estas vías sólo pueden circular vehículos con una determinada matrícula, amarilla frente a las verdes o blancas de la mayoría de los palestinos, y además hay controles a lo largo de la carretera
También explica a los activistas cómo en el cercano pueblo de Al Khader se proyecta una terminal checkpoint, que acabará por encerrar otras tres poblaciones dentro del muro abiertas sólo por una puerta de control israelí. Entre ellas está la ciudad de Battir, pueblo declarado patrimonio mundial de la humanidad por la Unesco.
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“Los colonos siempre actuan con el mismo patrón”, cuenta Baha. Los puestos avanzados de los colonos están dentro del plan urbanístico del asentamiento para ganar mas terreno, y amenazan con demoliciones de las viviendas palestinas cercanas. El gobierno israelí provee a los colonos de servicios, seguridad y subvenciona tanto sus actividades que hacen muy ventajoso vivir alli.
La ocupación israelí en palestina muestra lo confuso que puede ser algunas veces el lenguaje. Decir “valla” podría parecer una simple reja, y no una extensión de entre 15 y 50 metros para anexionar tierras. “Ocupación” podría significar una mera presencia de soldados en una hipotética frontera, y no un complejo sistema de políticas orientadas a la segregación, el aparheid y un exilio silencioso... pero forzado.
David Perejil/Chris Muckraker

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