¡Bienvenidos a Jerusalem! Ni capital de Israel ni capital de Palestina,
territorio Internacional, o eso dicen…
¿Sabías que si buscas en google maps la ciudad de Jerusalem sólo aparece la
parte ocupada por el estado de Israel? ¡La zona perteneciente al estado
Palestino se nos presenta como zonas verdes! Pero créannos realmente existe,
hemos estado allí y no era monte.
La llegada a la ciudad nos parece desconcertante: está todo impecable.
Tenemos césped en los parques, sistemas de regadío, flores y arboles adornando
las calles y brigadas de limpieza
fregando la piedra blanca e impoluta con la que está construida toda la ciudad.
Somos prácticamente el único grupo de turistas, está claro que no les iba a
salir gratuita la masacre en Gaza.
Meir Margalit nació en Buenos Aires y reside desde 1972 en Jerusalén. Es
activista en distintos grupos de la izquierda israelí y concejal de esta misma
ciudad hasta hace poco, su partido creía que él era demasiado radical y <<vendieron>> su puesto. También
pertenece al Comité Israelí Contra la
Demolición de Casas y al Centro por
las Iniciativas de Paz, su intención es luchar desde dentro para mover las
estructuras internas, aunque tenga que pagar un alto precio. Será nuestro guía
durante la mañana en la ciudad milenaria.
Nuestra primera parada es el Palestin Political Center: Al Marsa. En árabe
la palabra al marsa significa “el
puerto”, y debe de ser el puerto por donde entran la cantidad de palestinos, a
los que el estado de Israel derriba sus casas, para pedir apoyo legal. En este
centro nos recibe Miha Kurs de la organización Grassroots Al-Quds Jerusalem y
uno de los fundadores de Breaking the Silence (organización israelí que reúne
las declaraciones de la gente que sufre la ocupación del esto de Israel para
poder explicar cuándo se cruza el límite entre la seguridad y el genocidio.
Pretende declarar a los israelís cual es la verdadera función de su gobierno:
apartheid y genocidio).
Desde la NAKBA (1948) dos mil judíos y cuarenta mil palestinos perdieron
sus casas. La ciudad se dividió en dos: Este y Oeste, el Oeste es el que no
aparece en el mapa que te proporciona la oficina de turismo y tampoco en google
maps. Desde entonces lo que se ha pretendido es congelar el crecimiento de la
población palestina a base de dificultar la vida de los palestinos en Jerusalén
con impedimentos a la hora de construir o reformar casas, incremento de
colonias judías, ocupación de casas palestinas, cese de servicios básicos para
la vida en la zona oriental, duros controles para entrar o salir de la ciudad,
etc. Consecuentemente las ciudades Ramallah y Bethlehem han visto como su
población se ha incrementado de manera desorbitante. El Estado de Israel no
reconoce el Estado Palestino y tampoco a su población. Los palestinos sólo
tienen derecho a voto en las elecciones municipales. Este insulto hace que la
población palestina se dedique a boicotear las elecciones y no participen. Aunque estemos en territorio
internacional, realmente es el estado de Israel quien controla esta ciudad y la
distribución de recursos, además está prohibido exhibir ninguna bandera
palestina por eso la ciudad está inundada de banderas negras que la substituyen. Los barrios palestinos tienen las mismas dificultades, que el resto de los palestinos de Cisjordania, en torno al servicio de
aguas, recogida de basuras, escuelas, hospitales, y un sinfín de necesidades
que se requieren para la consecución de la vida diaria.
Al Marsa se dedica
principalmente a generar posiciones de liderazgo palestino en la ciudad,
poniendo en contacto a estos líderes de cada comunidad para que puedan trabajar
en equipo. No es fácil conectar a estos dirigentes, normalmente viven separados
por el gran muro de seguridad israelí o por los pasaportes palestinos que les
impiden viajar de las distintas ciudades palestinas a Jerusalem. Si un
palestino de Bethlehem quiere desplazarse hasta Jerusalem en una ocasión normal
tardaría una media hora en coche. Pero esta no es su suerte. Para hacerlo
tienen que pedir un permiso que puede llegar a tardar meses. En caso de querer
ir a trabajar a esta ciudad el permiso les saldría por unos dos mil euros por
cada mes trabajado, evidentemente es contraproducente. De esta manera, muchas
familias se han visto aisladas y han perdido el contacto o soporte que se
podrían dedicar. Una vez conseguido el permiso les espera un duro control en
los checkpoints que se encuentren por el camino, que pueden zanjar con el
retorno inesperado a sus casas.
El gigantesco complot de muerte desde las ofensivas a Gazas hizo crecer la
tensión en toda la región de Cisjordania, Miha Kurs nos desvela la dificultad
de ser israelí y estar a favor de la causa palestina, aún así él sigue pudiendo
bañarse en un mar de privilegios que no gozan los palestinos. Es por eso
condición sine qua non que los
palestinos fortalezcan su voz de manera paulatina y de barrio a barrio. Grassroots
pretende ampliar las herramientas para que los palestinos puedan reivindicar
sus derechos.
Nada es simple en este país: Israel ha creado una gran red de colaboradores
que generan desconfianza, miedo e inseguridad entre unos y otros. La
convivencia se hace muy difícil. Pero recogiendo palabras de José Martí,
político y escritor cubano, “Es la hora
de los hornos y sólo hay que ver la luz”, y “¡nosotros no tenemos más que mirar la luz!” Nuestra esperanza es
la solidaridad.
Nos encontramos en la calle Haim Bar-lev y Meir Margarit nos dice con
sarcasmo “ahora ya podéis estar tranquilos, estamos entrando en Israel y estáis
a salvo del terror árabe”. Haim Bar-lev fue un general que sirvió a los colonos
británicos en las unidades de Defensa Judía. Resulta extraño creer que el
estado de Israel pretende alguna opción de cese de conflicto otorgándole a esta
calle dicho nombre.
Pero lo siguiente sería entrar en el terror judío. Nos dirigimos al barrio
ultra ortodoxo judío Mea Shearim. Digo ultra porque no sé si existe otra
palabra que vaya por encima de ese nivel. Nuestro guía nos aconseja que el
grupo no se disgregue y que no responda a las represalias de los autóctonos,
que pueden ser varias. A la vista es un barrio humilde, con cantidad de gente
por la calle. Los callejones son estrechos y configurados por torres de
edificios de cuatro o cinco plantas, en cuyas ventanas no faltan las rejas de
seguridad. En un primer momento nos parece que la moda no tiene cabida en este
barrio: ¡todo el mundo viste igual! Son sólo apariencias, aunque el negro y el
blanco dominan la gama de colores, existen distintos estilos de indumentaria
judía: los hay que llevan americana, los hay que llevan batines, los hay que
llevan sombreros o también kipá. Para la otra mitad de la población, las
mujeres, el estilo es muy de los años
20’. La gran mayoría se cubren la cabeza con un velo y lo más
impresionante de todo es que puedes ver como debajo llevan la cabeza rapada. El
pelo de la mujer es considerado pecado carnal nivel diez, casi tanto como su
voz, la cual tampoco puede exhibirse en público. Casi todas empujan un carrito
con uno o dos bebés y a su falda van enganchados otros dos hijos, vestidos con
la misma ropa y peinado que los adultos. La vida del judío ortodoxo le impide
tener televisión en casa, renegando de toda tecnología. Muchos no tienen móvil,
y los que lo tienen son modelos muy antiguos o se descargan una aplicación que
convierte el iphone 5 en un nokia 5190, el primero que tenía el juego de la
serpiente. Tampoco pueden leer el periódico ni recibir información de fuera de
la sinagoga. Por este motivo, las calles están inundadas de carteles que
informan sobre lo que se debe pensar. Se debe pensar por ejemplo que “la mujer
humilde no crea guerras”; o “el ejercito es una casa de putas” (polos opuestos
se unen, la extrema izquierda y la extrema ortodoxia judía a veces rozan).
No podemos sentirnos observados porque para ellos observarnos es pecado.
Nos giran la cabeza, se tapan la cara con el sombrero, se cambian de acera y
una abundancia de gestos surrealistas. Pero los hay de valientes que en vez de
ignorarnos nos insultan y nos lanzan agua para que nos vayamos, no somos
bienvenidos. Salimos del barrio, ¡qué descanso! Pero es que Bertolt Brech ya
dijo en Canto de Peachum “Ser bueno
¿quién no lo desearía? Pero sobre este triste Planeta los medios son
restringidos. El hombre es brutal y pequeño ¿Quién no querría, por ejemplo, ser
honesto? Pero ¿Se dan las circunstancias? ¡No! Ellas no se dan aquí”.
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