No més complicitats amb Isrel

dimarts, 26 de juliol del 2011

Fin de semana

Las mañanas nos siguen costando. A las 6:45 con exacta puntualidad vienen cada día Itamar, Maya o Roberto a despertarnos a la habitación. El pasado sábado, todavía con las legañas en los ojos, subimos a nuestra furgo-autobús para ir al Valle del Jordán, una extensión en gran parte desierta con una temperatura que nos supera a todos. Nos costó encontrarlo, pero al final llegamos a un pequeño pueblo de beduinos donde aprendimos otras técnicas de reconstrucción de casas, mucho más “básicas” y en el que tuvimos incluso que fabricar los ladrillos de adobe con arena, agua y paja.



Los beduinos son, dentro de la sociedad palestina, la clase social más baja que sufre incluso discriminación por el pueblo palestino. Aunque originariamente había unos 300.000, hoy en día no quedan más que 56.000 beduinos asentados en el Valle de Jordán. Para huir del calor, los meses de verano los habitantes del pueblo al que fuimos se habían trasladado unos kilómetros y por lo tanto sólo conocimos a los trabajadores que continuaban con la reconstrucción, y que nos explicaron las dificultades que sufre su pueblo principalmente por el escaso acceso al agua. Tienen que recorrer 70km para poder comprar agua a precios imposibles, mientras que a pocos metros del campamento hay un depósito enorme para los asentamientos de los colonos israelís que en los últimos años se han instalado en el Valle. Desde el mismo pueblo se puede ver una zona verde que resalta entre el desierto y que pertenece a un asentamiento de colonos en el que sólo viven dos personas pero que presume de los árboles y plantas que tanto cuesta encontrar en este desierto.



Durante el descanso del mediodía, Itamar nos explicó su trayectoria hasta llegar al activismo. Nacido en una familia sionista y con gran carrera militar, él mismo se esforzó por escalar en el ejército durante el servicio militar llegando incluso a matar a varias personas, convencido de que era su deber. Con los años empezó a cuestionar la posición de Israel en el conflicto, y con varios amigos y familiares también militares, crearon la asociación Combatientes por la paz, que une a palestinos e israelís que han combatido con violencia y que ahora trabajan juntos por un proceso de paz. Itamar también ha colaborado con Breaking the silence, una asociación de ex soldados israelís que el jueves nos harán un tour por Hebrón.



Tras un largo día de reconstrucción, por la noche los trabajadores prepararon un riquísimo falafel mientras intercambiábamos divertidas clases de árabe y español a la luz del fuego. Para dormir, montamos un campamento bajo el cielo del desierto para dormir viendo las estrellas.



El amanecer nos despertó a casi todos, y después del desayuno descansamos hasta que Maya vino a buscarnos para llevarnos en un viaje de hora y media hasta la zona cercana a Golán, pasando por el mar de Galilea, donde viven principalmente drusos. Tuvimos la suerte de conocer a Fidaa, una joven drusa que nos invitó a su casa para explicarnos la historia del pueblo druso y la situación en la que se encuentran actualmente. Los drusos son un pueblo árabe pero con diferencias importantes con otros islamisas como la igualdad de derechos de hombres y mujeres o la supresión de la poligamia. Unos 100.000 drusos viven hoy en territorio israelí, y desde los inicios del estado de Israel han tenido un trato preferente respecto a los palestinos. Los hombres drusos, a diferencia de los palestinos, pueden ir al ejército, lo que en Israel es una puerta para la integración tanto social como laboral. Dos hermanos de Fidaa han muerto en el servicio militar, y ella es una de las pocas drusas que se siente realmente palestina y trabaja de forma activa para el reconocimiento del pueblo palestino.



Después de un paseo por la montaña, probamos delicias de la zona en un restaurante druso de un pequeño pueblecito y partimos de nuevo el viaje hasta llegar a un kibutz. Los kibutzs surgieron en el inicio del sionismo como una alternativa socialista-marxista de organización social. Hay cientos de kibbutzs en Israel, pero tuvimos la suerte de conocer uno de los más bonitos, fundado en 1936. Los abuelos de Maya, judíos polacos supervivientes del Holocausto, llegaron al territorio palestino después de muchas dificultades y se unieron a este kibutz que hoy es uno de los más importantes.
Miriam, la abuela, nos relató su historia personal y cómo encontró en el kibutz un reflejo de sus ideales marxistas pero también un lugar en el que poder comenzar desde cero en ese nuevo Israel después de haber perdido a su familia en el Holocausto.



La tía de Maya nos acompañó en un paseo por el kibutz que a pesar de ser exclusivo para judíos es laico, y nos explicó los cambios que ha habido los últimos años. En los inicios, por ejemplo, el comedor alimentaba a los cuatrocientos habitantes del kibutz y no existían los sueldos, sino que los ingresos que se generaban por el trabajo comunal se repartían en función de las necesidades. Todas las decisiones se tomaban en asamblea y había una “casa infantil” en la que vivían todos los niños del kibutz, que sólo veían a sus familias cuatro horas al día. Allí creció también el padre de Maya, que luego abandonó el kibutz.

De vuelta a Jerusalem y como ya viene siendo costumbre, pasamos varios check-points y por fin llegamos al hostal, directos a la cama.

2 comentaris:

  1. Que gran fin de semana! :D

    Muy buenas las fotos!


    No veo a Laura, supongo que es que las hace ella :)

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