Según la ONU, en 2002 había más de un millón de palestinos con el estatus de refugiado viviendo en otros países árabes o en campos de refugiados dentro de la propia Palestina, lo que supone prácticamente las dos terceras partes de la población total. Esta situación es consecuencia de las expulsiones de árabes palestinos llevadas a cabo por el ejército israelí y, en consecuencia, por el estado de Israel durante las guerras de la Independencia Israelí en 1948 y la de los Seis Días en 1967. Pese a ser hechos importantes en la historia del estado de Israel, las causas que llevaron a estas personas a vivir en las condiciones en las que hoy lo hacen no se recogen en el currículo educativo israelí. Así, quien nos guío en la vuelta que dimos por Lifta por la mañana nos contó, entre otras cosas, que él jugaba de pequeño en esas ruinas, pero que no supo nada acerca de su origen hasta que, ya crecidito, se decidió a leer sobre el tema.
La ciudad de Lifta, junto con Deir Yassin, que no la vimos, y otras poblaciones, se encuentra sobre lo que se conoce como el Corredor de Jerusalén, a través del cual la ofensiva israelí pretendió llegar a la ciudad de Jerusalén durante la guerra del 48. Estas ciudades fueron masacradas, siendo sus ciudadanos expulsados de sus casas, su entorno y sus vidas. Actualmente, la zona se ha convertido en un sitio de recreo con una piscina y, ocasionalmente, las ruinas de las casas son ocupadas por personas sin techo. A mediados de los ochenta, el gobierno israelí propuso crear allí un complejo para uso universitario y juvenil, pero no se ha llevado nada a cabo todavía, de modo que las ruinas todavía describen lo que ocurrió allí: casas destrozadas por una bomba que lanzaron en medio del pueblo durante el ataque, otras derruidas usando dinamita … Es duro pasear por allí y ver un paisaje llamativo, sobre todo, por la cantidad de historias que podrían escribirse sobre esas paredes de piedra. Al comienzo de la pista forestal por la que bajamos hay un cartel indicando que esas zonas van a convertirse próximamente en zona natural protegida. En ese caso, la recuperación de sus tierras por parte de los refugiados será prácticamente imposible.
A la tarde tuvimos un par de horas de trabajo en los talleres de sensibilización que pretendemos realizar a la vuelta y, después, tiempo libre, así que nos dedicamos a hacer turismo por Jerusalén y algunas comprillas. Callejear por las calles de la Ciudad Vieja y empaparse de los distintos ambientes es realmente una maravilla. Cenamos por ahí también, y, a la vuelta, asamblea para terminar de ponernos al día los dos grupos de la brigada. El domingo nos volveríamos a separar hasta el martes, intercambiándonos las ciudades y las casas: los de Hebrón van a Jerusalén; los de Jerusalén a Hebrón.
Me quedo con una frase del día: conocer los hechos es necesario para comprender. Las palabras son de Saúl, nuestro guía en Lifta. Él es israelí, y un gran ejemplo de esas personas que son necesarias porque tienden puentes entre extremos, aparentemente, irreconciliables.
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